Quienes nos precedieron dejaron una huella y está en nosotros retomar ese camino para encontrarlos, descubrir sus nombres, quiénes fueron, qué hicieron y cómo vivieron. Debemos rescatarlos del olvido, porque ellos viven en nosotros.

Analía Montórfano


jueves, 5 de noviembre de 2020

MARIA CARMELA FORTUNATO

 

Maria Carmela Fortunato, nació en Buenos Aires el 5 de Abril de 1900.
Hija de inmigrantes italianos Magdalena y Fernando Fortunato, vivió junto a sus hermanos en la calle México 2407, pleno barrio de Balvanera, donde sus padres tenían una casa enorme y donde se daba la bienvenida a todos los paisanos que llegaban desde Italia en busca de trabajo y un lugar donde podían encontrarse con sus pares, aprender el idioma y organizar sus vidas en este país de fronteras abiertas a todos los hombres de buena voluntad que quisieran habitarlo. En el año 14 conoció a mi abuelo José Potenzoni, inmigrante Calabrés, que trabajaba para la Dirección de Minas y Vialidad. En el año 15 el Ing. Cánepa reúne un grupo de hombres dispuestos a embarcarse en la odisea de encontrar petróleo en la desértica Neuquén y empezar los trabajos de emplazamiento del equipo perforador en el lugar marcado por el Geólogo alemán Juan Keidel. Don José retornó a Buenos Aires en el 16 para contraer matrimonio con Carmelé, como él le decía cariñosamente y se volvieron juntos para vivir en el campamento que se había levantado cerca del Km 1297. Vivieron en tiendas de campaña provistas por el ejército, perdió su primer embarazo por falta de atención adecuada. Luego nació Magdalena, que contaba con 8 meses cuando la voz de alerta y la sirena de la torre de perforación del Equipo Patria anunciaron el descubrimiento de aquello que cambiaria el destino de la Provincia Neuquina. Ella estaba también allí el 29 de Octubre de 1918, pero la historia no cuenta a las mujeres que hacían el trabajo “doméstico” en medio de la nada, corrió en sentido contrario al de los hombres con su hija en brazos en busca de un refugio, solo con el tiempo compartió la alegría de esos hombres que habían dejado todo por una ilusión y con el coraje que solo experimentan los virtuosos y valientes de espíritu indoblegable. Corrió con todas sus fuerzas, asustada, cuando la tierra tembló y la naturaleza parió aquello que cobijada en sus entrañas, en un solo grito de dolor….y porque sabía de ese dolor.
A ella que le gustaba la ópera y el teatro, tejer, bordar y usar hermosos vestidos que su madre le enviaba desde Buenos Aires y que lucía como una reina en la comarca del viento, cambio una vida apacible de hija mimada y consentida por un sueño y vivió la experiencia de que ese sueño se hiciera realidad. De su familia solo volvió a ver a uno de sus hermanos en el año 34, Vicente Fortunato un bohemio dedicado al arte y al teatro , quien hizo escuela en el naciente grupo filodramático del Cine Petroleum de Campamento Uno, fue actor y director de varias obras con mi abuelo como telonero, después de esta emocionante experiencia continuó su camino y su amor por la dramaturgia en el teatro Payró. Crió seis (6) hijos, como pudo y con lo poco que tenía en un entorno natural hostil, era una mujer fuerte, enérgica, incansable, caminaba kilómetros hasta el puesto de Doña Carmen Funes a buscar y llevar correspondencia. A la Pasto Verde la recordaba como una mujer indómita, de pocas palabras, que calzaba un enorme facón en su cintura y amarraba al yugo sus bueyes un enorme carretón con la destreza de un hombre, dentro del perímetro del Octógono fue la única habitante que no pudieron correr los señoritos de la flamante YPF.
Mi abuela, le decía a todo el mundo que se llamaba Carmen, quizá identificada con el personaje de la Opera de Bizet, que vivía bajo sus propias leyes.
Carmen, Carmelé, Maria Carmela, falleció el 7 de Septiembre de 1946, sus restos descansan en el Cementerio de Plaza Huincul junto a los de mi abuelo Don José Potenzoni.
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