Quienes nos precedieron dejaron una huella y está en nosotros retomar ese camino para encontrarlos, descubrir sus nombres, quiénes fueron, qué hicieron y cómo vivieron. Debemos rescatarlos del olvido, porque ellos viven en nosotros.

Analía Montórfano


viernes, 21 de junio de 2013

EL MARUCHITO

EL MARUCHITO

El mito es una manifestación de lo cultural y la comunicación humana. Son hechos o situaciones que ocurren en la vida cotidiana, generalmente tragedias e injusticias a niños, mujeres u hombres, de las cuales el pueblo se apropia, se identifica, las recrea y las sigue contando. Así como conocemos la historia de la Pasto Verde, también es conocida y contada de generación en generación la historia del Maruchito.

Quiero contar esta historia que de niña escuchaba de boca de mis tías, para contribuir al conocimiento del contexto social y cultural que vivieron mis abuelos cuando llegaron a Plaza Huincul, ya que mucha de la gente que se fue arrimando al lugar donde se ubicaba el Campamento YPF provenía de la zona de Aguada Guzmán, Cerro Policía, La Rinconada, lugar donde ocurrieron los hechos allá por el año 1915/1919.
 
Como toda historia sobre mitos populares, esta tiene diferentes versiones. Dos o tres son los relatos que construyen la vida de este chico, considerado un santo milagroso en Neuquén y Río Negro.

Maruchito era el nombre con el cual se identificaba a los niños "guachos" (que no tenían padres o familia) que acompañaban a los carreros. Hacían mandados, alimentaban los animales y buscaban la leña.

Que eran los "carreros"? : Trashumantes que se dedicaban a la compraventa, incluso arreo de animales, que en la Patagonia era muy común observar dado el aislamiento y las enormes distancias, en aquella época, además, no había puentes ni caminos consolidados.  Antiguamente la típica carreta patagónica era pequeña y tirada por bueyes, pero a ésta la sucedió la chata, que era un carro enorme, cuyas ruedas delanteras eran más chicas que las traseras, y que era tirado por caballos. Llevaban cargamentos de lana, yerba, cueros, barriles de vino, fruta, tercios con yerba, bolsas de harina, tambores de Cooper, chapas para algún rancho, madera y cocinas de hierro. Todo cabía allí arriba. 
Sobre la chata el carrero cargó la historia de los personajes patagónicos hasta que el ferrocarril la empujó al abismo del olvido, volcando en la caída su penoso andar. Hoy, como pasado cercano, la camioneta que levanta polvo en el campo, heredó su nombre y su oficio.

Las diferentes versiones indican que tenía entre 11 y 13 años cuando murió. Coinciden en que falleció trágicamente un 22 de Octubre entre los parajes Aguada Guzmán y Cerro Policía, por la ruta que actualmente se toma después de cruzar la Balsa Las Perlas.
Las circunstancias, sin duda injustas, de la muerte de "el marucho", han hecho que el amor y la veneración estuvieran siempre presentes.
 
El relato más conocido ubica la historia en el verano de 1915/1919, en el dobladero de los carros del paraje Barda Colorada (entre Cerro Policía y Aguada Guzmán) lugar en el que la tropa se detuvo, agobiada por el calor.
El Marucho, -que dicen se llamaba Pedro Frías-  tras terminar sus tareas y asegurarse que los hombres se retiraban a descansar, se dispuso a tocar la guitarra, lo cual le había sido prohibido.
Pero Onofre Parada, el capataz de la tropa, descubrió la travesura del niño y sin pensarlo tomó un cuchillo y lo apuñaló. El marucho cayó desmayado, abrazando la guitarra.
Los peones no ocultaron su enojo por la mala acción del capataz. Llevaron al peoncito hasta el rancho de una famosa curandera chilena de Aguada Guzmán, doña Catalina Rieuser. Pero, a pesar de los esfuerzos, el Marucho murió.
Le dieron sepultura junto al camino, en Barda Colorada. Finalmente, en el año 1924 colocaron sus restos bajo una capillita de adobe construida por los vecinos del lugar.  

Otra de las versiones dice que fue asesinado a golpes por robar tortas fritas en un momento en que la harina escaseaba. El capataz de la tropa lo golpeó ferozmente y lo dejó abandonado toda la noche, sin recibir ayuda. Al día siguiente murió, el cuerpo se enterró sin tumba y la tropa continuó su marcha. Pero en el camino sufrieron varios inconvenientes, por lo que decidieron regresar y enterrar al niño en una tumba. No pudo hacerlo, lo habían devorado los pumas. Finalmente enloqueció y terminó arrojándose a un río. 

Pasaron los años, y en la época en que los bandidos frecuentaban la región, una mujer que atendía una tienda, fue visitada por un forastero y, por temor a ser atacada, prometió levantarle una ermita, a cambio de preservar su vida. El hombre pidió balas y ropa, le dijo que no tenía dinero para pagarle y al irse reveló que pertenecía a una de esas bandas. La mujer construyó la ermita y el relato del santito milagroso se transmitió entre los pobladores.

Desde entonces, su tumba es venerada por los lugareños, convirtiéndose en un sitio de parada obligada, donde se depositan ofrendas, se realizan plegarias y pedidos de buen viaje. En el Marucho hay un pequeño ataúd, cartas y un cuaderno -donde la gente deja sus pedidos y agradecimientos-, paquetes de velas, ropa y calzado para niños, guitarras y hasta acordeones.
La mayoría de quienes se acercan a su tumba, están viendo en el Maruchito a todos aquellos niños de las zonas rurales que sufren, que no pueden ir a una escuela, o que les son vulnerados sus derechos.  Para los 22 de Octubre distintas agrupaciones de gauchos de Río Negro y Neuquén organizan cabalgatas,  para algunos la travesía dura seis días calculada sobre un trayecto de 300 kilómetros desde Balsa Las Perlas.
  El Maruchito es el único mito folklórico de estas características, auténtico de toda la Patagonia. Las figuras de Ceferino Namuncurá y de la Difunta Correa -como así también el Gauchito Gil-,  han sido difundidas por determinadas organizaciones, y con una finalidad o deliberación. Quizá por eso su popularidad o fuerza es menor dado el aislamiento geográfico de su "ermita” para usar la expresión de Elias Chucair.



 
RUEGO


Sin rendir distancias
ni sacrificios,
hasta vos yo vine
Santo Maruchito.

Sé que haces favores
y todos los pedidos
que a vos te formulan
se han visto cumplidos.

A muchos curaste
Santo Paisanito,
devolviéndoles vida
a muchos vencidos.

Por eso te ruego
y te suplico,
que cures mi muchacho
Santo Maruchito.

Un susto muy grande
tuvo mi hijito
y el habla del todo
el pobre ha perdido.

Todos en el rancho
estamos aflijidos
por ese silencio
en que Pedro ha caído.
¡Era un pico de loro,
Y cantaba tan lindo!
Ahora, así lo vemos
y mucho sufrimos…
No es para menos,
Santo Maruchito.

¡Qué no daría…!
Sólo por sentirlo
hablar como antes
a mí muchachito.

Te dejo una MATRA
sobre tus huesitos
para que el invierno
no te llene de frío…

La tejí de noche
muy de a poquito,
gastando mis ojos
y también pabilos…

De charcao te traigo
este manojito
que junté en silencio
para vos hijito.

El se llama Pedro
como vos Maruchito…
Hace que recupere
lo que él ha perdido.

Paisano santo,
gente de Ceferino,
que ayudás a todos
por mi hijo te suplico.

ELIAS CHUCAIR.
Ing. Jacobacci – Río Negro – Argentina.

 ( Libro: El Maruchito “ Hacedor de milagro en la meseta patagónica. Elías Chucair) http://www.lanacion.com.ar/1023127-los-apuntes-de-un-carrero-patagonico Diario Río Negro, domingo 16 de febrero de 2003. 


En las chatas se transportaban desde cueros hasta cocinas de hierro. Foto: gentileza de Eduardo Corominas






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