EL MARUCHITO
El mito
es una manifestación de lo cultural y la comunicación humana. Son hechos o
situaciones que ocurren en la vida cotidiana, generalmente tragedias e
injusticias a niños, mujeres u hombres, de las cuales el pueblo se apropia, se
identifica, las recrea y las sigue contando. Así como conocemos la historia de
la Pasto Verde, también es conocida y contada de generación en generación la
historia del Maruchito.
Quiero
contar esta historia que de niña escuchaba de boca de mis tías, para contribuir
al conocimiento del contexto social y cultural que vivieron mis abuelos cuando
llegaron a Plaza Huincul, ya que mucha de la gente que se fue arrimando al
lugar donde se ubicaba el Campamento YPF provenía de la zona de Aguada Guzmán, Cerro
Policía, La Rinconada, lugar donde ocurrieron los hechos allá por el año
1915/1919.
Como toda historia sobre mitos populares, esta tiene diferentes versiones. Dos
o tres son los relatos que construyen la vida de este chico, considerado un
santo milagroso en Neuquén y Río Negro.
Maruchito
era el nombre con el cual se identificaba a los niños "guachos" (que
no tenían padres o familia) que acompañaban a los carreros. Hacían mandados,
alimentaban los animales y buscaban la leña.
Que eran
los "carreros"? : Trashumantes que se dedicaban a la compraventa, incluso arreo de
animales, que en la Patagonia era muy común observar dado el aislamiento y las
enormes distancias, en aquella época, además, no había puentes ni caminos
consolidados. Antiguamente la típica carreta patagónica era pequeña y
tirada por bueyes, pero a ésta la sucedió la chata, que era un carro enorme,
cuyas ruedas delanteras eran más chicas que las traseras, y que era tirado por
caballos. Llevaban cargamentos de lana, yerba, cueros, barriles de vino, fruta,
tercios con yerba, bolsas de harina, tambores de Cooper, chapas para algún
rancho, madera y cocinas de hierro. Todo cabía allí arriba.
Sobre la
chata el carrero cargó la historia de los personajes patagónicos hasta que el
ferrocarril la empujó al abismo del olvido, volcando en la caída su penoso
andar. Hoy, como pasado cercano, la camioneta que levanta polvo en el campo,
heredó su nombre y su oficio.
Las
diferentes versiones indican que tenía entre 11 y 13 años cuando murió. Coinciden
en que falleció trágicamente un 22 de Octubre entre los parajes Aguada Guzmán y
Cerro Policía, por la ruta que actualmente se toma después de cruzar la Balsa
Las Perlas.
Las
circunstancias, sin duda injustas, de la muerte de "el marucho", han
hecho que el amor y la veneración estuvieran siempre presentes.
El relato más conocido ubica la historia en el verano de 1915/1919, en el
dobladero de los carros del paraje Barda Colorada (entre Cerro Policía y Aguada
Guzmán) lugar en el que la tropa se detuvo, agobiada por el calor.
El Marucho, -que dicen se llamaba Pedro Frías- tras terminar sus tareas y asegurarse que los hombres se retiraban a descansar, se dispuso a tocar la guitarra, lo cual le había sido prohibido.
Pero Onofre Parada, el capataz de la tropa, descubrió la travesura del niño y sin pensarlo tomó un cuchillo y lo apuñaló. El marucho cayó desmayado, abrazando la guitarra.
Los peones no ocultaron su enojo por la mala acción del capataz. Llevaron al peoncito hasta el rancho de una famosa curandera chilena de Aguada Guzmán, doña Catalina Rieuser. Pero, a pesar de los esfuerzos, el Marucho murió.
Le dieron sepultura junto al camino, en Barda Colorada. Finalmente, en el año 1924 colocaron sus restos bajo una capillita de adobe construida por los vecinos del lugar.
El Marucho, -que dicen se llamaba Pedro Frías- tras terminar sus tareas y asegurarse que los hombres se retiraban a descansar, se dispuso a tocar la guitarra, lo cual le había sido prohibido.
Pero Onofre Parada, el capataz de la tropa, descubrió la travesura del niño y sin pensarlo tomó un cuchillo y lo apuñaló. El marucho cayó desmayado, abrazando la guitarra.
Los peones no ocultaron su enojo por la mala acción del capataz. Llevaron al peoncito hasta el rancho de una famosa curandera chilena de Aguada Guzmán, doña Catalina Rieuser. Pero, a pesar de los esfuerzos, el Marucho murió.
Le dieron sepultura junto al camino, en Barda Colorada. Finalmente, en el año 1924 colocaron sus restos bajo una capillita de adobe construida por los vecinos del lugar.
Otra de las versiones dice que fue asesinado a golpes
por robar tortas fritas en un momento en que la harina escaseaba. El capataz de
la tropa lo golpeó ferozmente y lo dejó abandonado toda la noche, sin recibir
ayuda. Al día siguiente murió, el cuerpo se enterró sin tumba y la tropa
continuó su marcha. Pero en el camino sufrieron varios inconvenientes, por lo
que decidieron regresar y enterrar al niño en una tumba. No pudo hacerlo, lo
habían devorado los pumas. Finalmente enloqueció y terminó arrojándose a un
río.
Pasaron los años, y en la época en que los bandidos frecuentaban la
región, una mujer que atendía una tienda, fue visitada por un forastero y, por
temor a ser atacada, prometió levantarle una ermita, a cambio de preservar su
vida. El hombre pidió balas y ropa, le dijo que no tenía dinero para pagarle y
al irse reveló que pertenecía a una de esas bandas. La mujer construyó la
ermita y el relato del santito milagroso se transmitió entre los pobladores.
Desde entonces, su tumba es venerada por los lugareños, convirtiéndose en un sitio de parada obligada, donde se depositan ofrendas, se realizan plegarias y pedidos de buen viaje. En el Marucho hay un pequeño ataúd, cartas y un cuaderno -donde la gente deja sus pedidos y agradecimientos-, paquetes de velas, ropa y calzado para niños, guitarras y hasta acordeones.
La mayoría de quienes se acercan a su tumba, están viendo en el Maruchito a todos aquellos niños de las zonas rurales que sufren, que no pueden ir a una escuela, o que les son vulnerados sus derechos. Para los 22 de Octubre distintas agrupaciones de gauchos de Río Negro y Neuquén organizan cabalgatas, para algunos la travesía dura seis días calculada sobre un trayecto de 300 kilómetros desde Balsa Las Perlas.
El
Maruchito es el único mito folklórico de estas características, auténtico de
toda la Patagonia. Las figuras de Ceferino Namuncurá y de la Difunta Correa
-como así también el Gauchito Gil-, han sido difundidas por determinadas organizaciones,
y con una finalidad o deliberación. Quizá por eso su popularidad o fuerza es
menor dado el aislamiento geográfico de su "ermita” para usar la expresión
de Elias Chucair.
RUEGO
Sin rendir
distancias
ni sacrificios,
hasta vos yo vine
Santo Maruchito.
Sé que haces
favores
y todos los
pedidos
que a vos te
formulan
se han visto
cumplidos.
A muchos curaste
Santo Paisanito,
devolviéndoles
vida
a muchos vencidos.
Por eso te ruego
y te suplico,
que cures mi
muchacho
Santo Maruchito.
Un susto muy
grande
tuvo mi hijito
y el habla del
todo
el pobre ha
perdido.
Todos en el rancho
estamos aflijidos
por ese silencio
en que Pedro ha
caído.
¡Era un pico de
loro,
Y cantaba tan
lindo!
Ahora, así lo
vemos
y mucho sufrimos…
No es para menos,
Santo Maruchito.
¡Qué no daría…!
Sólo por sentirlo
hablar como antes
a mí muchachito.
Te dejo una MATRA
sobre tus huesitos
para que el
invierno
no te llene de
frío…
La tejí de noche
muy de a poquito,
gastando mis ojos
y también
pabilos…
De charcao te
traigo
este manojito
que junté en
silencio
para vos hijito.
El se llama Pedro
como vos
Maruchito…
Hace que recupere
lo que él ha
perdido.
Paisano santo,
gente de Ceferino,
que ayudás a todos
por mi hijo te
suplico.
ELIAS CHUCAIR.
Ing. Jacobacci –
Río Negro – Argentina.
En las chatas se transportaban desde cueros hasta cocinas de hierro. Foto: gentileza de Eduardo Corominas |
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